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Me gusta RUDO porque es saludable

  • Foto del escritor: Alexandra Simon
    Alexandra Simon
  • 30 may 2017
  • 2 Min. de lectura

Hola, ¿Cómo están?

Yo les digo que tengo una terrible resaca literaria con el Dragón, que miro lo que tengo que hacer para el libro III y me entra depresión al ver todo lo grandote que es lo que se me avecina .

Ya lo saben ustedes, mi cabeza es un caos en ebullición y un tal TOBIAS SALINGER me grita que quiere salir.

Arden y Mae duermen, él en Juneau y ella en su departamento -ustedes y yo sabemos que es la calma que precede al temporal-, pero eso lo veremos en el LIBRO III así que he decidido hacer algo saludable para mí y dejarlos descansar.

Para eso, voy a ver que quieren Tobias y Brooklyn.

Tobias es un hombre que nunca ha sido niño, creció en la calle donde conoció a Anne, una chica con la que se casó y se fueron a vivir a las afueras del pueblo más extraño que jamás existió en la vida.

Hábiles para el trabajo, Anne y Tobias, lograron una vida cómoda, sin sobresaltos hasta que ella murió y él se convirtió en un ser huraño, oscuro que vive en Valle Verde, que poco o nada comparte con su gente hasta que llega Brook y todo se trastoca en su vida.

Una cosa, no sabe leer.

Mi Tobias nació cuando en una feria de un pueblo vecino vi a una pareja de chicos que trabajaban vendiendo hortalizas, ella se veía muy delgada pero voluntariosa, él tenía una belleza agreste extraordinaria y cuando escuché el comentario de unas chicas ricachonas que decían que si bañaban al muchacho con gusto se lo llevarían a la cama, ahí mismo decidí escribir su novela.

Desde ese día, este muchachito ―que para mi historia será un hombre― no ha querido salir de mi cabeza. Tampoco su compañera ―que ya le puse Anne― y menos, las ricachonas ―que las resumo en una sola: Brooklyn.

Voy a descansar escribiendo esa historia a ver si la publico antes de comenzar con el Caos.

(Aclaro para que no se asusten: yo la escribo y mientras Ximena revisa lo que hice con mis nuevos hijos, edito el Caos, así cuando Mae y Arden estén listo para el látigo, intercambiamos texto; Ximena toma al Dragón y la Ninfa y yo hago las correcciones marcadas a Tobias y Brook. Lo tengo todo calculado: de esa manera me libero de la presión de Tobias, tengo a la señora del látigo trabaja que trabaja y no descuidamos ELDC)

Otro día les hablaré de Valle Verde y de Brooklyn.

Hasta luego… y muchos corazones.

PD: ¡que bien suena eso de curentiañera, cincuenteañera, sesenteañera y etc! no cambia el número pero es mucho más amigable. ¿será que estamos aprendiendo, a lo menos en el habla, a no discriminar por la edad?


 
 
 

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